Eran un patrimonio español, pero se han convertido en un atractivo global, una delicia que ha dado la vuelta al mundo gracias a su sabor y a una pizca de marketing. Las tapas se venden en el extranjero más como una forma de comer que como una relación de recetas tasadas. Pero aquí sabemos que no cualquier cosa puede ser una tapa y que no en todos los sitios ponen las mismas. Y es que con las tapas pasa como con los equipos de fútbol, las fiestas patronales y la jerga: las nuestras nos gustan más, nos saben mejor. Tiene un punto familiar que le da un plus de calidad, de cercanía.